Rubén Osorio Canales
Me siento en la sala de la Galería Medicci a ver esta nueva exposición de Asdrúbal Colmenárez y no hago otra cosa que conmoverme. De manera intermitente la memoria me envía el registro de trabajos anteriores. Mi sensibilidad se complace por lo que me dejó aquella muestra que tituló Mare Nostrum y, sin transición alguna, como si una visión interior me sacudiera, apareció ante mí un cuadro suyo de los años 90, “Lo Inmediato”, una poderosa tela con bordes numerados, cintas métricas y un interior, más que dividido, abierto y al desnudo, para que el ojo hurgue, descubra y ensaye construir todo un mundo, toda una historia. Si hay un pintor en estas vertientes del arte contemporáneo, que te invita a participar en la obra, a entrar en sus resquicios, a apoderarte de sus rincones y a leer sus códigos, ese es Asdrúbal Colmenárez.
Me quedo un rato jugando con sus números, sus letras y con esos planos llenos de colores precisos, y todo me lleva a las telas de “Latencia Nómada”, con sus singulares códigos acentuando la conceptualización que, junto a lo lúdico y al constante desplazamiento propio del nómada, conforman los mandamientos fundamentales de su pintura. Y paseo la memoria por aquel “Voyage” con sus brújulas llenas de vida y aciertos y me repito que todo ello, constituyó la plataforma necesaria para que Asdrúbal Colmenárez, emprendiera este nuevo, largo, infinito viaje por un itinerario tan viejo como el hombre.
No podía ser de otra manera, afinadas como estaban sus brújulas, ajustados como habían sido sus mapas y sus códigos, hechas todas esas verificaciones con ojo de poeta nómada, sólo quedaba emprender el largo viaje haciendo giros precisos, tejiendo a pulso, pero con sabia premura, un gigantesco escenario, largo y profundo, dónde recorrer las largas distancia del viaje, invadido al mismo tiempo, por un deseo de no llegar tan pronto o sencillamente no llegar, que es, en el fondo, la verdadera trascendencia y razón de ser de todo nómada .
De esta manera, con un equipaje lleno de mágicos pertrechos y una memoria rica y densa, Asdrúbal Colmenares emprendió su personalísimo viaje a Itaca, decidió entrar en el alma eterna de Homero, recorrer palmo a palmo la inquietante historia de cada personaje y traerlos ante nuestros ojos llenos de contemporaneidad. Figuras sensuales, tangibles, ya de pie, ya acurrucadas, ya tejidas, dibujadas o sencillamente incorporadas, siempre como a la espera de la mejor oportunidad para decirnos cosas, para darnos una señal e incorporarnos a su misión y a su espíritu. Es asombroso y diría que mágico, el modo con que Colmenárez, baraja todo su arsenal de códigos, modos y signos y los entrelaza en este viaje que realiza con fuerza, claridad y precisión, yuxtaponiendo letras, líneas, números, color, materia, personajes, dando como resultado una verdadera explosión de sentimientos, de almas que danzan en su espacio, que desde sus poses y vestimentas a veces insólitas, reclaman toda nuestra atención, seguramente con el fin de dejarnos caer, letra a letra, sus conmovedoras historias. Ciertamente entramos en la historia de los personajes, (Colmenárez hace que este sea un hecho absolutamente ineludible), con ellos y a su mismo ritmo nos movemos por una espesura que no nos es desconocida. Paris, Helena, Ulises, Circe, Penélope, Telémaco son nuestros pares. Con ellos vamos y con ellos cantamos. Con Ulises estiramos el arco y derribamos a los pretendientes de nuestras posesiones, con Telémaco crecemos y dejamos de ser niños.
En cada cuadro y diría que en toda la obra de este estupendo artista aparece su sentido lúdico, su inagotable espíritu y su fe en el arte, los descubrimientos y la libertad. No pudo encontrar mejor tema para andar sobre lo ya andado y despegar hacia otras dimensiones y nuevos espacios. En cada trabajo hay una novedosa indagación, hay nuevos elementos, materias trabajadas con sus manos e incorporadas aquí y allá, para que los que entramos en su viaje no nos perdamos fácilmente. Claro está que un artista eminentemente lúdico como éste, puede poner en uno y otro rincón, una señal como para hacernos extraviar en el laberinto para, de inmediato, auxiliarnos con coordenadas muy precisas que nos llevarán mágicamente al meollo del asunto. Lo fantástico de todo esto es que, guiados por su formidable instinto y por la maestría de sus ejecuciones, nos hace penetrar y escudriñar en cada rincón de su larga Historia, es más, nos hace entrar en el espíritu de las deidades, en todo lo sobrenatural, en los paisajes y en las tormentas, en los hechizos y en los raptos de guerra, en los huesos y en al alma de cada personaje y por supuesto, en el alma del mismo Homero. Todo cuanto acontece en la esencia de cada personaje, de cada situación, está plasmado en este trabajo y plasmado queda todo cuanto acontece en la vida y en el alma del héroe. Pero la búsqueda no se detiene en Ulises, también están Paris, Helena, los Cíclopes, Circe, están ellos y estamos todos. Y en ese estar, nos sobrecoge la metáfora que Colmenárez, sabiamente, hace suspender sobre nuestras conciencias, para indicarnos la inutilidad de la guerra y la necesidad de encontrarnos y hablar en un extenso diálogo donde cada uno ejerza su libertad libérrima, no coartable e intransferible.
El bien más preciado del hombre es la libertad y ese es precisamente el imponente hilo conductor de esta muestra y de toda la obra del artista, una libertad gozosa, y al mismo tiempo llena de fuerza y de grandes sentencias, donde no existe el temor, a nada, ni a nadie. Esta es sin duda una bella lectura homérica de Asdrúbal Colmenárez, con una caligrafía conmovedoramente personal.
Viendo esta magnífica exposición, fue cayendo en mi memoria, lentamente, un bello poema de Cavafy titulado Itaca, y recordé que a partir de esa lectura cambió mi manera de ver La Odisea, leer a Homero, ejercer la rebeldía y también mi manera de emprender cada viaje. Sensaciones muy parecidas las he tenido viendo estos cuadros de la ODISEA de Asdrúbal Colmenárez:
“Cuando emprendas el viaje hacia Itaca / ruega que sea largo el camino. / Que muchas sean las mañanas de verano / en que, con qué placer, con qué alegría, / entres en puertos antes nunca vistos...Ve para que aprendas de los sabios. Llegar a Itaca es tu destino pero no apresures el viaje...Es mejor que dure muchos años / y que ya viejo, llegues a la isla,/ rico de todo lo que hayas ganado en el camino”.
Con mirada contemporánea, apoyado en los grandes recursos de su permanente y acuciosa investigación personal, esa es la visión que nos da este gran artista. Nos lo ilustra con personajes de hoy llenos de encanto y misterio, sabiendo que en el fondo estos de ahora, que somos todos nosotros en nuestros viajes de cada día, ya no contamos con “con la participación de los dioses”, para utilizar una feliz expresión de nuestro siempre vivo Salvador Garmendia..
Esta personal Odisea que Asdrúbal Colmenares emprendió, no termina todavía, el artista, como nómada ejemplar que es, sabe que lo único que puede recibir de Itaca, como lo dice Cavafy, es el viaje. Con toda certeza, nos veremos en la próxima estación.
Rubén Osorio Canales
Venezolano (1934), Escritor y poeta con siete libros publicados; también hombre de radio, cine y televisión, fue Director General del Instituto Nacional de Cultura (INCIBA),Director de la Radio Nacional, Vicepresidente de Monte Ávila, Director de la Televisora Nacional, Presidente de Venezolana de Televisión. Desde hace cinco años mantiene una columna en el semanario La Razón, que bajo el titulo “El plato del domingo”, se pasea por la gastronomía y algunas historias ciudadanas. De próxima publicación sus libros de poemas, Estado de Sitio y Amigo Mío, Hermano Mío y una colección de crónicas bajo el título La Mesa Compartida, segundo volumen de sus Memorias del Fogón.