Entrevistado por José Pulido
 

Asdrúbal Colmenárez parece un leñador que se distrae en el bosque quitándole la concha a un árbol o calculando la edad de unos eucaliptos. En realidad se distancia un poco, disimula cierta timidez y trata de esconderse entre sus cuadros. Se agita sumergido en los bastidores, observa sus telas muy de cerca, escudriña detalles, mira los marcos por si alguno se ha roto. No le gusta mucho hablar directamente con alguien: prefiere hacerlo mientras ejecuta su interminable juego de cortarse el ombligo y desconectarse de sus obras. Da la impresión de que nunca quiere terminarlas: si no se detuviera por una razón que sólo sus musas conocen, seguiría pintando el mismo cuadro eternamente.

Sus cuadros son como mapas sentimentales, destinados a ubicar las pasiones de quien los mira. Sus esculturas siempre inspiran asombro y terminan llenando los ojos con el mismo efecto que los olores del pasado desatan en la memoria. Una escultura suya tirada en una playa o en una calle, puede extraer del pasado todos los recuerdos que el individuo o el colectivo tengan de las épocas en que la magia era común y corriente.

Aunque frecuentemente alude a la antigüedad y a las más remotas épocas sentimentales del hombre, el arte de Asdrúbal Colmenárez es fresco y joven, es un acto de osadía, un gesto rebelde, una comunicación irreverente. Quizás ello se deba a que Colmenárez es un artista que no envejece. Es como si todo el tiempo volara hacia el origen de las cosas, hacia el génesis y la autenticidad. Hacia donde sale el sol.

En lo personal es un hombre fuerte, animoso, que no parece reposar ni un segundo. Su sitio es el taller. Ahí se desenvuelve en su ambiente. Su fertilidad va generando expresiones, hace crecer una obra. Desde hace varios años ha venido tocando el tema del erotismo desde ángulos profundos y muy poéticos, como cuando ofreció al público su visión de Ulises y de Homero.

Colmenárez siempre aborda un tema y lo desarrolla hasta que alcanza sus orillas. Sus muestras no son caóticas o caprichosas. Es como si escribiera un libro y lo desplegara en varias telas o en un conjunto de esculturas. Mantiene la cohesión, jamás pierde el hilo y la expresividad. Este año aborda de manera directa el tema del erotismo. La primera pregunta hace que levante la cabeza y deje de vagar entre bastidores.

-El tema del erotismo ¿surgió de repente o usted estaba ya considerándolo como una posibilidad?
-En Odisea, la muestra anterior, se notan muchos personajes que reflejan erotismo. El erotismo es inherente al hombre, tú no puedes separar al hombre del erotismo ni de lo cultural. En todas las civilizaciones el erotismo es muy importante.

Colmenárez muestra esta vez su visión del cuerpo femenino y lo hace como bajo la guía de lo poético. Es normal que en el taller le ayuden sus vivencias y el bagaje de sus lecturas habituales: es bien sabido que lee a Homero y a los relatores de tragedias como Sófocles, Esquilo y Eurípides. Hablando de erotismo cita a Georges Bataille entre otros.

Bataille, por cierto, escribió: “Un hombre, una mujer, son en general considerados como bellos en la medida en que sus formas se alejan de la animalidad…”.

-¿Ha encontrado usted a la mujer ideal?
-Creo que todos los hombres llevamos en el subconsciente, en los sueños, en la mente, una imagen de mujer que nunca se encuentra, una imagen ficticia, utópica, que uno se hace de la mujer… es una especie de ideal. Es un ideal que no existe…

-¿Qué influencias ha invocado para esta muestra?
-La influencia mía como escultor es la de los prisioneros que Miguel Ángel hizo para la tumba de Medici… no puedes escapar de los clásicos… mis lecturas son las mismas que tú has tenido o que cualquiera ha tenido: Artaud, Bataille, Lautremont… lo que me interesa de los clásicos es que su erotismo era como subversivo, aunque me parece que la iglesia lo echó a perder…

-¿Por qué lo piensa así?
-Porque es algo fabuloso cuando haces el amor por placer, pero cuando tienes la obligación de multiplicarte la cosa no es tan buena… no se puede separar el ser humano del erotismo… en el año 1968 tuve la oportunidad de ir a Pompeya… visité el lupanar de la ciudad… allí había unas camas de piedra y detrás de las camas se veían unos frescos que mostraban varias posiciones sexuales que la gente creía estar inventando, además del kama sutra… y resulta que esas cosas ya existían… el Vesubio arrasó la ciudad en el año 79 antes de Cristo, pero no pudo acabar con los frescos eróticos de aquella casa de citas… el acto sexual había sido pintado allí, usando un color rojo muy especial, que es el rojo de Pompeya… el erotismo no es nuevo: nunca es nuevo…

-Pero sí es trasgresor ¿no?
-Siempre es trasgresor porque es una cosa que libera… yo creo que esos tipos que son muy agresivos no deben hacer el amor con mucha frecuencia. Porque después que uno hace el amor queda tranquilo… absorto… como en el paraíso…

-Inevitablemente, cuando se habla de erotismo, aparece el tema de la pornografía…
-Para mí es más pornográfico leer en el periódico que hubo setenta muertos en un fin de semana… hacer pornografía es muy fácil… lo difícil es sugerir cosas que motiven un erotismo, sin caer en la imagen común y obscena…

Asdrúbal Colmenárez despliega en Caracas esta exposición que se percibe verdaderamente impactante: es como un vértigo pintado.

El erotismo viene al caso
Por cierto, vale la pena señalar que actualmente se mantiene en la Dulwich Picture Gallery de Londres, una curiosa y exitosa exhibición de la imagen de San Sebastián. El dolor y el éxtasis atrae y conmueve al público desde cinco piezas pintadas por el mismo autor: el italiano Guido Reni (1575-1642). Esta muestra fue organizada en el año 2007 por Musei di Strada Nuova de Génova con piezas prestadas por el Museo del Prado (Madrid), el Museo de Arte de Ponce (Puerto Rico) el Archivo Fotográfico Pinacoteca Capitolina de Roma y la Auckland Art Gallery, de Nueva Zelanda. Es la primera vez que las cinco piezas se juntan. Faltó la que está en el Louvre, pero es muy frágil y no puede viajar.
Esa exposición, cuyo tema es San Sebastián, es impresionante y sobrecogedora. El santo, tantas veces pintado por Guido Reni, se convirtió en un símbolo erótico, precisamente por lo que conllevan la desnudez, el dolor y el éxtasis en un solo envión. El erotismo tiene sus bemoles: para cada ser humano la conexión es diferente. El escritor japonés, Yukio Mishima, descubrió su homosexualidad cuando tenía catorce años de edad, contemplando una imagen de San Sebastián y la expresó luego en la novela Confesiones de una máscara.

“Desde el día en que me obsesioné con el cuadro de San Sebastián, había adquirido la costumbre de cruzar inconscientemente las manos sobre la cabeza siempre que me encontraba desnudo. Mi cuerpo era frágil, y ni siquiera pálida sombra de la abundante belleza del cuerpo del santo. Pero una vez más adopté espontáneamente aquella postura. Al hacerlo, dirigí la vista a mis sobacos. Y un misterioso deseo sexual se alzó en mi interior…”.

Mishima también escribió: “En las xilografías del período de Genroku, se advierte a menudo que los rasgos de dos amantes son sorprendentemente parecidos, hasta el punto que resulta difícil distinguir hombre y mujer. De la misma manera, el ideal de belleza de la escultura griega conduce al notable parecido entre varón y hembra. ¿No puede hallarse aquí uno de los secretos del amor?¿No cabe la posibilidad de que en los más recónditos recovecos del amor aliente un deseo según el cual tanto el hombre como la mujer ansían llegar a ser exactamente como el otro?”.

Hablar con el maestro
Por estar conversando en torno al erotismo, se le traen a colación estos detalles al pintor trujillano, quien ha profundizado en esa materia, pero también ha tocado el tema del amor desde el punto de vista de la tragedia cortés y conoce a fondo lo que Platón dilucidaba en Fedro y en El banquete. He ahí el platonismo, “un arrebato, un rapto indefinido de la razón y del sentido natural… un endiosamiento”.

A Colmenárez le agradan estas conversaciones porque es un lector empedernido. Es difícil sorprenderlo con un autor. Podría pasarse horas hablando de literatura, de poesía. Si le tocan el tema de la pintura o la escultura, se torna introvertido y comienza otra vez a jurungar sus telas, a evadirse en los oficios del taller.

-Usted continúa afinando su lenguaje en la pintura con las transparencias, las alusiones a èpocas diversas, las historias…
-Si, voy haciendo como un cocinero… cada día le añado ingredientes aparte de los símbolos que vengo usando desde hace algún tiempo… las letras, los números… ahora incorporé una suerte de cosa tejida para que no se vea lo que está detrás…

-Usted parece renovar sus energías cada vez que presenta sus cuadros y esculturas al público…
-Yo llegué a la conclusión de que el arte es el único territorio libre que tenemos todavía en el mundo… si hay que gastar todas las energías de la vida para hacerlo, uno se sacrifica y gasta esas energías… si no nos sacrificamos ¿que nos queda? nada, porque todo lo demás son compromisos… el arte tú lo haces cuando quieras y como quieras…

-¿No teme que haya una reacción negativa con su muestra sobre el erotismo? Ya sabe que la doble moral es una emboscada permanente…
-Para responder a eso hay que acudir a Freud… la verdad es que la relación edípica es muy fuerte en América Latina… esa influencia de la figura materna en el hombre hace que el sexo sea siempre tabú… Yo hice un doctorado donde se habló sobre Casanova y se decía que el hombre mujeriego tiene un lado homosexual muy marcado… Picasso comentaba que todos tenemos nuestra parte femenina por dentro y debe ser así… la gente que teme irse hacia un extremo es la que manifiesta esa doble moral…

-En Asia, sobre todo en Corea, ha calado bastante su obra, según hemos leído…
-En oriente les gusta más la escultura que hago porque es todo lo contrario de la pintura… mi pintura es como más violenta… mi escultura es más apacible… es un campo de meditación, de reflexión… Tengo esculturas en Seúl (Corea), en Japón, en Colombia y Venezuela… la de Colombia está en el Metro…

-Me va a perdonar el comentario, pero usted se emociona más cuando habla de la escultura…
-Yo te voy a decir una verdad: el amor mío es la escultura, pero la pintura me permite hacer la escultura… porque la escultura es muy dificil de colocar… nadie tiene espacio y la escultura que me gusta a mí es definitivamente grande… ¿y quién la va a meter en su casa? En la edificación contemporánea los espacios se van reduciendo…

-¿Qué lo renueva a usted?
-Todo el mundo dice que no pinto como alguien que tiene 70 años… y yo creo que eso es por efectos del amor. Pero hay que hacer una diferencia entre amor y sexo. El sexo solamente no funciona… bueno: también es cierto que el amor platónico no existe…

-¿Y entonces? ¿el amor platónico no es la búsqueda de la mujer ideal?
-El ideal no es una forma precisa… son como muchas formas… el ideal es como buscarse a uno mismo… finalmente, los artistas le dan vida a cosas que no existen y eso es un privilegio… hoy en día la pintura no es algo que grita mírenme… no es un paisaje para ser contemplado…se ha convertido en todo lo contrario: la pintura es la que te mira, la que te interroga, la que te hace cuestionamientos… antes tú mirabas el cuadro… ahora el cuadro te mira a ti… ese es uno de los cambios más importantes del arte contemporáneo…

Caracas, Venezuela
Abril del año 2008