Juan Carlos Palenzuela

Cientos de imágenes nos retan, nos inundan, nos sorprenden, nos llenan a propósito del Primer Mes de la Fotografía, Caracas 2003. El programa es absolutamente abierto, sin preferencias temáticas, autorales o estilísticas. lo único que se les ha exigido, a uno y otro de los más de trescientos expositores, es calidad, belleza formal, interés iconográfico o, al menos, que reporten el testimonio de una pasión personal. Fotografía histórica o antigua, clásica, reporteril, de estudio, profesional, estudiantil, de aficionados, de coleccionistas, publicitaria, de moda, digital y en la red, son algunas de las modalidades que se reúnen y se exponen en esta ocasión. Retratos, ciudades, calles, el cuerpo, paisajes, cielos, animales, la naturaleza, ensayos diversos, religiosidades, memorias, violencia, mercados, niños, multitudes, soledades, objetos, multiplicación de sujetos, síntesis de la imagen, instalaciones... las temáticas de este Primer Mes vienen con el signo de la pluralidad. Cuando lo anecdótico está supeditado, condicionado por la composición, sucede lo sorpresivo de la creación. Por tanto, al despojarse de la inmediatez, surge un interés mayor en lo fotográfico. En medio de tales inventarios, otras categorías se suman, como el notiempo, las apropiaciones históricas, manierismos, simulacros, elasticidades y mixturas del espíritu.

La realización de este evento confirma el extraordinario auge de este arte específico en Venezuela. Todo lo que se va a exhibir se organizó en escasos cuatro meses de preparativos y de orientación curatorial. La reacción de artistas, profesores, profesionales, reporteros, galeristas, directores de cultura, fue inmediata y positiva.

Quizás nuestra tradición fotográfica sea un tanto subterránea (adolece aun de apropiado espacio museístico, de exhibición regular y, todavía más delicado, de conservación), pero lo cierto es que la iniciativa privada respondió rápidamente, con acciones muy concretas, influyendo en la incorporación de otros órganos rectores. Entre los muchos programas expositivos que presentaremos, tanto en circuitos de museos, galerías, centros culturales y universidades, como en espacios alternos, están las noches de diapositivas en el San Ignacio y la toma de la línea Uno del Metro. Todo lo cual revela que no hay adversidad temporal que detenga el hacer del arte en Venezuela. La fotografía tiene no solo un poder documental extraordinario, sino además uno de carácter creativo que también es capaz de conmovernos hasta marcar nuestra mirada, nuestros sentimientos y percepciones de lo que son repertorios de la realidad o la imaginación, hasta hacernos entenderlos y asumirlos de la manera que ese artista propuso o concibió. Tan fuerte como los temas de la calle o de la sociedad, están los motivos más íntimos, de carácter privado, que conciernen a mundos cerrados, y que para abordarlos hay que quitarse de encima los muchos dictados que nos llegan y nos llenan en el transcurrir de la existencia. Así, la identidad parece concebirse como un espacio movedizo en el que la imagen puede ser un ancla. El espacio circundante en todos las posibilidades que un ojo atento se permita captar, constituye el inventario de estas exposiciones. Dejamos fluir las imágenes tal como sucede en el tránsito cotidiano. Todo es fotografiable. Todo es fotogénico. Todo es digno de atención museográfica o, al menos, expositiva.

La experiencia de vida se fundamenta, en primer lugar, en lo visto. De la reflexión de lo visto surge el fotógrafo creativo. Así se entablan firmes nexos con la realidad. lo visto transformado en un instante, en una imagen, en un contenido cultural, en una intencionalidad que casi siempre está o es descubierta por el observador para que está.

Quizás esta inmensa oportunidad que nos ha brindado la Embajada de Francia en Venezuela nos permita enterarnos de una buena vez por todas del potencial estético que la fotografía tiene no solo en la obviedad de lo comunicacional y en los valores del recuerdo, sino incluso como acontecimiento de arte. Entonces ya no deberá ser una expresión que, entre nosotros, todavía es relativamente relegada. Y finalmente deberá asumirse como concepto de libertad, como imagen que no solo nos podría reflejar sino incluso proyectar.

Juan Carlos Palenzuela