Envueltas en un ambiente de trasfondo, pleno de figuras infantiles, a medio sonreír, serias, sorprendidas ante la mirada, como en pose, de mirada penetrante e ingenua, nos llega la obra de Karem Arrieta. Son figuras de un pasado cercano, de una época que se mantiene en el recuerdo, a veces se combinan con figuras casi imperceptibles de corte religioso, de angustia, de custodia, siempre acompañadas por mascotas, inconfundible de esas escenas infantiles. Es una mezcla que impecablemente reflejan la dulzura de sus propios personajes, de sus propias vidas.

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