Susana Benko
Tener el placer de visitar una nueva exposición de Iván Petrovszky nos permite apreciar, una vez más, la calidad de una obra siempre consistente. Hace un año, en esta misma Galería, expuso buena parte de sus últimos trabajos bajo el título Iván Petrovszky. Viajero del tiempo. En aquellas obras se evidenció su condición de artista-viajero y la muestra resultó ser, en buena parte, una reinterpretación de experiencias y situaciones anteriores que dieron cuenta de su intensa actividad plástica.
Petrovszky, conviene volverlo a decir, toma imágenes directamente de la calle, las “apunta” rápidamente y luego las procesa en forma analítica y disciplinada en su taller. Realiza, entonces, unas “variaciones sobre un mismo tema”, que resultan de aquellas imágenes abocetadas, retrabajadas bajo diferentes puntos de vista formales y técnicos. Encontramos los mismos hombres trabajando, durmiendo, leyendo o jugando ajedrez en diversas perspectivas plásticas; igual, a algunas de las madres embarazadas o a aquellos personajes que disfrutan de una conversación, de un momento de reposo o simplemente de un baño de sol.
La espontaneidad del apunte se mantiene en las obras realizadas en el taller. Estas no pierden expresividad sino que, por el contrario, acentúan su condición de obra bella y a la vez técnicamente rigurosa. Petrovszky estudia de distintas maneras el color y la forma, la estructura y el volumen, la textura y la transparencia, entre otros elementos de expresión. Utiliza los mismos motivos y, sin embargo, cada pieza es única. "En mi obra no existe imaginación sino transformación" –ha declarado el artista-, lo que es parcialmente justo ya que una circunstancia es transformada en una obra memorable. Sin embargo, la imaginación se manifiesta en la riqueza pictórica propiamente dicha: como creación a través del lenguaje de la pintura.
Estas reflexiones son válidas para la exposición que ahora nos ocupa. La muestra está conformada por obras sobre papel cuya selección obedece a un amplio criterio de heterogeneidad en cuanto a temas, técnicas y formatos diversos. También a diferentes períodos de realización, con predominio de las más actuales.
El público puede observar las reinterpretaciones producidas por las transformaciones operadas sobre un mismo motivo pictórico. Transformaciones que se producen por decisiones tomadas por el artista en cuanto a técnicas utilizadas y análisis profundos a los que somete a la forma y al color. El resultado son obras más pictóricas o más dibujísticas, según el empleo del óleo o de pinturas acuosas.
Esta profundización conduce a una mayor austeridad, condensación y síntesis de la forma y del volumen, para la cual es fundamental considerar el tratamiento otorgado al color. Este último tiene papel protagónico en el desarrollo plástico del artista, quien no se ha distinguido precisamente por manejar “prolíficamente” el color. Por el contrario, lo que ha hecho en buena parte de su producción es enriquecer los matices de un color. Petrovszky se auto define como artista “oligocromático”, palabra derivada del griego que significa ‘con poco cromatismo’ y considera que el proceso creativo realizado con pocos colores le permite proceder con mayor profundidad y capacidad de síntesis. De este modo, los planos de color siluetean las formas sin necesidad de mayores detalles. Siendo más planas, pierden definición y la imagen queda resonando en nuestra percepción como formas envueltas o constituidas por un hálito de color.
La condición analítica de cada obra no altera la aerosidad que de ellas se desprende. Existe una atmósfera envolvente aún en dibujos francamente estructurales como en los de Nueva York, por ejemplo. La bruma, la sensibilidad producida por su atmósfera, son expresadas por medio de sutiles gradaciones de luces y sombras, interactuando respectivamente con las líneas macizas y seguras de las construcciones y su progresiva indefinición. En otros dibujos, el color es trabajado “sinfónicamente” como diría el artista, policromatismo que complementa la condición analítica de la obra. En este sentido, pudiera concluirse que los elementos estructurales empleados por Petrovszky se vinculan estrechamente con el desenvolvimiento cromático de la obra. De esta manera, los planos de color establecen diferenciaciones importantes sea por medio del contraste de sus líneas direccionales o por el modo como “cubican” el espacio en una composición.
Por encima de todo esto, el dibujo transparece sensiblemente. Expresándose en líneas, en tono o en color, nos define un paisaje, una naturaleza muerta o al ser humano con su carga de soledad. Todas las obras expuestas confirman la claridad conceptual de lo que el dibujo es para el maestro Iván Petrovszky: la expresión máxima de su voluntad de trascender los límites de la figuración.
Caracas, Venezuela
Agosto del año 1999