Juan Carlos Palenzuela
 

¿Cuántas veces volveremos a ver esta obra? ¿Cuántas veces insistirá su autor sobre los personajes de siempre, sobre un sujeto tan definitivamente humano como quien los contempla?

El dibujo, más aún la obra sobre papel, está estrechamente ligado a la expresión de Iván Petrovszky. Dibujos en todo tipo de papeles incluidos los periódicos, y con todos los recursos clásicos, lápiz, tinta, pinturas, acuarelas y pastas empleados para definir cuerpos, la más de las veces en un escenario urbano. La plaza, la calle, los jardines públicos son los lugares donde transcurren las situaciones de esta obra, lo cual refiere su acento europeo: allí donde todo pareciera pasar a la distancia, donde se puede dedicar horas a la lectura del periódico, donde los movimientos de cuerpo carecen de urgencias y, sin embargo, donde su sola presencia llena d expectativa la imagen.

Una cierta edad tienen los modelos de esta obra, y acaso hay algunos niños en brazos. Todo el tiempo es para el encuentro vecinal. En consecuencia, su reflexión final es sobre el destino del hombre.

Abundan aquellos que duermen, que reposan, que dejan pasar el tiempo, indiferentes. Las líneas de los cuerpos son pocas, precisas y desgarbadas; líneas de tinta o lápiz en ocasiones semi ocultas por el color. Lo cromático, finalmente, reafirma un clima entre melancólico y existencial. Son franjas puras, sin accidentes, sin anecdotismos, sin detalles, pero con acento en lo emocional que es capaz de transmitir el color. Todos esos individuos, sin embargo, están en la disposición de leer -periódicos, cartas-, es decir, desean comunicarse o esperan algo.

Siempre he imaginado la obra de Petrovszky dentro de los grandes temas de la cultura moderna como son la espera y la melancolía.

Los fusiles no cesaron después del año 1945. Todo lo contrario. Los desgarramientos han sido continuos. Para un hombre de este siglo, emigrante por la fuerza de las circunstancias, que ha visto desaparecer naciones y resurgir sectarismos, la figura solitaria en una plaza o aquellos seres de pie ante la línea del mar infinito, revela la condición de la época.

Pero esta es una obra sin retórica. Lo que digo no tiene más sentido que la ubicación de un pensamiento, de un creador en el contexto del debate contemporáneo de las ideas y sus imágenes. La obra de Petrovszky remite a la visión del hombre y por ello, no pocas veces, me recuerda un concepto de Michel Seuphor (1965) referido a la transformación “mediante la fuerza que da origen a la calma, mediante la calma que domina las situaciones.

Así, la tranquilidad es la única victoria. Y la permanencia de la victoria da el estilo”. En esta obra el cuerpo alude disposiciones humanas.

Los personajes de Petrovszky están sentados, acostados, de pié y por lo general solos aunque aparezcan al lado de otros. La excepción son aquellos que se encuentran en la playa, las parejas, sean de novios o grupos familiares. Su temática es una y abarca incluso a la modelo en el taller (pocas veces al desnudo) y los perros callejeros.

Insistentemente es una obra que representa al hombre, sea en actitud de descanso o de trabajo. El fondo lo constituye con una tonalidad a acaso dos, en franjas horizontales. Ese color pasa por el cuerpo de los individuos, de allí que forma y color tengan un solo timbre. Pero también puede ser que los modelos muestren un registro distinto al fondo. Entonces la figura se aprecia construida por el toque o una geometría de color que la define en el espacio cromático. Su paleta cuenta azules, rojos y grises principalmente, pero también hallaremos amarillos, marrones y algunos verdes. A veces tiene textura y en ocasiones, transparencias.

Todo ello ha reportado al artista el mote de solitario. Efectivamente, Petrovszky ha permanecido retirado de cofradías o clubes que hicieron época; ha estado apartado del besamanos social, y su tiempo solo transcurre en su taller y en ciertas calles de Caracas (porque de Caracas se trata) donde toma sus apuntes de modelos en vivo, los cuales luego lleva tanto a su obra sobre papel como a su pintura.

Petrovszky es un “Viajero del Tiempo” pues a lo largo de su vida ha ido de una ciudad a otra ciudad, de uno a otro continente. En esta exposición hay algunos paisajes o impresiones de ciudades, puertos, calles siempre con esa mirada, ese color, que da un tono general. Pero además, su columna en un periódico Venezolano se titulaba “Carpeta de Viajes”, de modo que el hecho de viajar es desplazarse, peregrinar, ha sido una constante de su vida. En sus dibujos, acuarelas y tintas es común el tema del lector, lo cual puede tomarse como una metáfora de viaje.

Esta exposición, “ “Viajero del Tiempo”, es un periplo a través de las carpetas, los papeles, el archivo del “Maestro”, así como entre algunas de sus obras recientes. Es una vez más el encuentro con la imagen del hombre y sus ilusiones ante la línea del horizonte.

Caracas, Venezuela
Marzo del año 1998