Emisora Cultural de Caracas 97.7FM
Laura Montilla para el Programa Aire Libre
¿Cómo maneja usted como creador la vanidad, el poder y la fama?
Yo sé que eso existe, también tengo vanidad. Soy una persona que le gusta que lo reconozcan, no la considero como algo malo. Ahora si eso es más importante que todo lo demás entonces ahí si me parece malo, como todo lo exagerado. Es como lo que no tiene contenido: “ya me viste y no hay más nada”. La vanidad y el espectáculo son parte de nuestro mundo y de la cultura occidental en este momento, y eso también ha infestado algunos de los medios ms cultos y más artísticos.
¿Qué influencia ejerce el fashion y ese mundo mágico en el arte?
Influye en la apariencia. Hay muchos que sacrifican su vida y su carrera por la apariencia. Yo creo que esta es una de las cosas que hacen mucho daño porque en los momentos en que uno debería poner todo su esfuerzo en la creación sólo se piensa en reconocimiento. Muchas veces las personas se preocupan más en que compren lo que yo hago, aunque sean copias de otras obras, para aparentar que estoy en la cresta de la ola y dejan pasar el momento.
Por eso digo muchas veces que mientras más se envejece más joven se es. Quiero decir más potente en la creación y más exigente, porque ya no se es esclavo de la apariencia.
¿Es el vivir por el vivir lo que hace que uno sea menos esclavo de la apariencia?
Es que ya no te importa mucho ganar más dinero porque ya no sabes que hacer con él, además no te importa la fama porque ya la tienes, más bien quieres deshacerte de ella para pasar desapercibido y estar más tranquilo. Cuando estas joven lo que quieres es que todo el mundo te conozca, eso es un obstáculo que impide a veces la realización de la obra de un artista que tiene poder creativo pero no lo usa por estar pendiente de la vanidad.
¿Cuál fue situación de las artes plásticas venezolanas en el siglo XX?
Buena y mala porque en Venezuela se le ha dado mucha importancia a la parte ornamental de cierto tipo de artes plásticas que no es arte mayor, sino es arte menor. Todo lo que sea decoración u ornamentación por muy grande que sea es arte menor.
¿Cuándo dice grande a qué se refiere?
Al tamaño. Por ejemplo cuando una obra es muy grande, del tamaño de un piso o un techo, eso no quiere decir que sea buena. El arte mayor no siempre es grande. Puede ser un grabadito de Rembrandt de 10 x 5 centímetros que está colgado en un rincón de la pared. El arte mayor no se refiere al tamaño sino a la trascendencia, lo que trasciende la condición humana, lo que trasciende la muerte que es el problema mayor, eso es arte mayor. Lo que se queda pegado a nuestro presente y a nuestros ojos, para decorar el ambiente y que se vea bonito, eso es arte menor.
Maestro, en algún momento usted dijo: “si una obra no refleja ninguno de los aspectos del alma, sus angustias, sus ganas, sus esperanzas, sus deseos imponderables, si no refleja nada de eso, entonces no es arte.”
Sí es cierto, no es arte. Como te acabo de decir, al arte menor también se le llama arte ornamental o decorativo. En Venezuela se la ha dado más importancia a la ornamentación que al contenido de las obras.
¿A qué se debe eso?
A la superficialidad del venezolano y de sus dirigentes. El pueblo venezolano ha estado dirigido por personas incompetentes desde el punto de vista cultural. Lo estamos viendo ahora y lo vimos en los últimos años en los que nos han gobernado personas que no están calificadas. Y estas personas son las que acaparan el poder de decisión sobre qué obras van a exposiciones y qué obras se van a comprar para el estado. Entonces es excepcional la presencia de personas calificadas en esos sitios donde se toman las decisiones.
Maestro, anteriormente usted mencionó la palabra muerte. Una obra suya, se llama “El gallo de la pasión”, donde se juega con la vida y con la muerte pero no como lo hizo Manaure o Abreu, que eran concebidos como animales dispuestos para el sacrificio del sincretismo religioso, sino como un acto de reconstrucción hacia una realidad permanente, por describirlo de cierta manera. No sé si estoy en lo cierto, pero me gustaría que nos dijera su visión sobre la vida y la muerte.
La función del arte es trascender el gran enigma del ser humano que es la muerte. Ante la gran obra de arte la muerte desaparece, por eso las artes mayores permanecen en el tiempo y saltan sobre el tiempo. Tomemos por ejemplo los jeroglíficos de las Cuevas de Altamira, tienen miles de años y son tan moderno como el “Guernica” de Picasso, es decir para el gran arte no existe el tiempo, para el arte menor si existe. Eso se debe a que el arte menor es perecedero porque está muy ligado a lo que es actualidad, a la moda, cambia y desaparece con la moda. El arte mayor no desparece porque nunca tomó en cuenta la moda.
¿Qué efecto le produce ver su obra alrededor del mundo en museos, exposiciones particulares o privadas?
Cuando tengo la oportunidad de encontrarme con un cuadro mío en una exposición en algún sitio me siento muy halagado y satisfecho, eso es algo normal. Yo no digo que no sea sensible al halago por supuesto que lo soy, me encanta que me digan “que interesante está tu cuadro” o “qué buena tu obra”.
¿Le ha pasado en algún momento que al ver una obra que hizo hace 20 ó 30 años usted no se reconozca en ella?
Por supuesto que me ha pasado. Yo tengo 60 años pintando y hay obras de hace 45 ó 50 años que de pronto no vi más, una de esas obras me la vuelven a presentar y generalmente no la reconozco. A primera vista me parece algo ajeno a mi, entonces digo déjenmela para estudiarla un poco, a veces la obra es falsa, muchas veces es auténtica pero yo la había olvidado. A veces he olvidado algo porque no me gustó cuando lo hice, uno tiene la tendencia a olvidar las cosas que le hacen daño. Eso a veces ocurre también con las personas, los amigos que uno tuvo de niño a veces uno no los reconoce a menos que los haya visto seguido.
¿Para usted cuál es el valor de la memoria?
Hay un a película célebre que se llama “El año pasado en Marienbad”, trata de varios personajes que vivieron unas vacaciones muy agradables en unas aguas termales que se llamaban Mariembad y cada uno cuenta sus recuerdos allí pero ninguno coincide. Cada uno tenía un recuerdo diferente, se pueden hacer varias lecturas de lo mismo.
Para recordar, las personas tenemos un mecanismo de la conciencia que acerca un hecho a otro, un hecho desconocido u olvidado lo asocio con uno conocido y así recuerdo.
¿Qué valor tiene para usted la afirmación de Luciano según la cual la obra de arte requiere de un espectador inteligente?
Yo no diría que requiere un espectador inteligente, sino uno sensible. Puede ser que una persona no muy inteligente, incluso un persona inculta sea muy sensible ante una obra de arte. La sensibilidad no es una manifestación de inteligencia, ese es otro capítulo de la mente. Sensibilidad es diferente a inteligencia y es diferente a memoria. Tu puedes reconocer cosas porque tienes buena memoria pero no eres capaz de apreciarlas porque no tienes sensibilidad. Y es diferente la sensibilidad para las artes plásticas, que la sensibilidad para la música o la poesía. Todo el mundo no tiene sensibilidad, eso depende de la educación y del medio en que has crecido, de las cosas que has leído, de los viajes que has hecho, todo eso va enriqueciendo el espíritu y permite acceder a obras importantes.
¿Usted tiene sensibilidad para otras artes?
Me gusta mucho la música, creo que es la reina de las artes.
¿De qué manera podemos acercarnos a la obra de Oswaldo Vigas? ¿Se requiere una fuerte sensibilidad?
La mejor forma de acercarse es viéndola, conociéndola, viendo las obras del pasado las más recientes.. La pintura se ve con los ojos pero se aprecia con la totalidad de las psiquis, los ojos son sólo unos intermediarios. La psiquis puede tener sensibilidad o no, puede estar educada o en estado bruto.
¿Cómo se educa la psiquis?
En cuanto a las artes plásticas la psiquis se educa viendo pintura, visitando galerías, museos, comprando libros de arte y hojeándolos. También aprendiendo a distinguir lo que es bueno de lo que es malo.
¿Qué pueden hacer los compradores para que estén prevenidos?
Si el autor de la obra está vivo lo mejor es consultar al artista.
Usted que está rodeado de personas que saben de arte ¿ha recibido una crítica espontánea, genuina que usted recuerde de una manera especial de parte de una persona que no haya tenido la formación artística pero que sin embargo su sencillez lo haya marcado de una manera especial?
Sí, muchísimas veces. Recuerdo una vez en una exposición que yo estaba haciendo en el Museo de Bellas Artes de Caracas, creo que era una retrospectiva del año 52, me encontraba yo sólo con el escritor Oswaldo Trejo y vimos entrar a un señor con un sombrero puesto y un traje mal presentado. Trejo me dice: pero mira ni siquiera se ha quitado el sombrero, y de pronto el señor se nos acerca y pregunta: ¿quién es el artista?, soy yo le respondo. Entonces el señor dice: Yo quisiera saber cuál es el precio de aquellos cuadros, yo le pregunto: ¿cuál de ellos? y él me dice: todos los que están en aquella pared, y los compró todos. Yo me había equivocado con ese señor porque su aspecto me había engañado. Yo pensaba que no sabía nada de arte, y al contrario sabía mucho y le interesaba especialmente la pintura, era editor de textos escolares. Era muy culto,. Uno se equivoca porque no siempre “el hábito hace al monje”, a veces lo distingue (risas).
Maestro en la última FIA tuve la oportunidad de acercarme a unas excelentes obras suyas hechas en una técnica nueva llamada gicleé. ¿Podría explicarnos en qué consiste esta técnica?
Es una técnica hecha en muy pocos ejemplares, es tan costosa como la serigrafía o el aguafuerte y se presta mucho para hacer cosas gigantes. En la serigrafía uno está limitado por el tamaño de la seda, en el gicleé no se tiene esa limitación. El gicleé permite trabajar en hojas de papel mucho más grandes.
¿Respetando las dimensiones de la obra original?
No es necesario que sea del tamaño de la obra original, al contrario, se busca hacer otra cosa que no sea el original, que la obra no sea una copia de la original. Entonces se refuerzan los colores, eso se escoge según el criterio del artista y se pueden hacer cosas muy atractivas, muy vistosas y que tienen el valor como el de una serigrafía. Son originales en veinte ejemplares.
¿La técnica es a través de computadora?
Se comienza en computadora para tener los tonos de color y para jugar con ellos. Con el gicleé se puede jugar con los colores y con el dibujo, más que con la serigrafía o con el grabado y también se pueden hacer proporciones mucho mayores.
Hay una obra suya en gicleé que vi en la FIA y que me llamó mucho la atención: “Paseo en el campo”…
Sí, esa obra es diferentísima a la que sirvió como tema, es otra cosa. La que sirvió de tema es una obrita pequeña que no tiene nada que ver, ni siquiera tiene esos colores.
Es decir, ¿se pueden modificar los trazos?
Sí, se pueden modificar los trazos y los colores, el gicleé se transforma en algo original. Se hacen veinte ejemplares, no se hacen cien como en la serigrafía.
¿Cuál cree usted que es la obra lo consagró? Una pieza en especial…
Esa es una pregunta que las personas hacen de una manera muy ingenua, como si eso pudiera un sello de garantía de lo mejor. Fíjate hay un señor a quien yo le obsequié una obra hace 40 años y cada vez que el me ve me dice: Oswaldo, el mejor cuadro que tu has pintado en tu vida lo tengo yo, y es un cuadro que yo le regalé pero ni remotamente considero que es el mejor, tampoco el peor. Es muy difícil para un artista decir cuál es el mejor, es cómo si te preguntaran cuál de tus hijos es el mejor, o cuál de tus amigos es el mejor. Si uno tiene bastantes amigos uno los quiere a todos, por ejemplo, yo colecciono amigos como colecciono cuadros, tanto de los míos como de otros artistas. Colecciono amigos no con criterio de coleccionista, pero no me gusta perder ninguno, hago esfuerzos terribles por entenderme con un amigo aunque hayan diferencias. Perder un amigo es como tener una herida, más bien lo que quiero es tener más.
Con respecto a los cuadros, hay muchos que quiero muchísimo y no los vendo, pero no puedo decir que son obras maestras o lo mejor que he hecho. Aquí muchas veces interviene lo afectivo y eso dificulta el juicio racional sobre las cosas, la gente y las obras.
Generalmente, lo último que estoy haciendo me parece lo mejor porque lo estoy terminando pero después que pasa un tiempo ya no es lo mejor. Todas las cosas que uno hace tienen un valor, hay personas que uno conoce o grandes artistas como el gran pintor francés Fernand Léger, quien juzgaba el precio de sus obras por el tiempo que había tardado en hacerlas. Ese era su criterio, como él era un comunista y su ideal era ser un obrero él consideraba el precio de sus obras como las que hacían los obreros, como horas de fábrica.
Para un artista ¿es fácil o difícil ponerle precio a una obra?
Para mí el precio de una obra está relacionado al precio de otra obra parecida. Si tú me preguntas el precio de un cuadro que realicé hace un año busco en una libreta las obras que he vendido más o menos de la misma proporción y de la misma época y este nuevo se va a vender al mismo precio o más, pero nunca a un precio menor. Nunca rebajo un precio de una obra a menos de lo que ya se vendió, porque el que compra una obra debe saber que no la va a conseguir más barata en ningún sitio, a menos que se la compre a un ignorante que no sabe lo que está vendiendo.
¿Ha donado obras a instituciones públicas?
Muchas veces. he donado a instituciones de todo tipo, porque esa es una de las cosas para las que nos solicitan a los artistas. Durante un mes puedo dar dos o tres obras a diversas instituciones benéficas, a las que muchas veces les pongo la condición de que no puedan vender la obra más barata de lo que la venden en una galería o en mi taller, para no perjudicarme a mí mismo. Generalmente les exijo que me digan el precio al que la van a vender, no se las dono pueden salir con la obra debajo del brazo a buscar al mejor cliente la botan a cualquier precio, y eso perjudica al artista.
Si el cielo existe, ¿qué le gustaría que le dijera San Pedro al recibirlo?
¡Lo hiciste bien!, yo creo que ese sería el máximo elogio. Te portaste bien