Eduardo Planchart Licea
El arte nace con uno... La pintura para mí es mi vida, es todo, hace muchos años hice la promesa de que no iba pasar por la vida como la brisa por la mejilla, sino más bien como alguien que deja huellas. (José Caldas. Testimonio, 2006)
José Caldas es una artista que se ha formado en una íntima relación con creadores del interior de Venezuela, en los setenta se inició en la pintura en taller de Evelio Giusepe en Cagua, quien sedimentó en él la confianza en el lenguaje pictórico que estaba desarrollando; siguió su formación en el taller del pintor Alejandro Rios con quien profundiza en el color y continuó este proceso con Jorge Chacón en su taller de Sabaneta, junto a otros creadores como Francisco Padrón, José Arcadio Carrasquel, Julio Jauregui… Sus investigaciones personales lo guían a creadores que centraron su obra en el color como energía y vibración como son los casos de Jesús Soto, Cruz Diez y Armando Reverón, artistas que investiga de manera exhaustiva.
Uno de los artistas que más he estudiado, es Carlos Cruz Diez, es un hombre que ha estudiado el color al derecho y al revés, los artistas le debemos mucho...Pero el gran maestro, al cual ninguno de los pintores venezolanos puede eludir es Armando Reverón, siento que trascendió los límites del mundo tridimensional, logró dentro de un ritual creativo, pasar a ver otra dimensión energética y brillante. Él abre esa gran puerta que muchos científicos, metafísicos y gnósticos conocen... (José Calda., Testimonio, 2006)
En sus cuadros encontramos arcaicas deidades, calderos y guardianes; jarrones con cayenas de inimaginables colores; frutas a veces sobredimensionadas junto a desnudos femeninos presentes como expresión de la lujuriosidad tropical; cuchillos deslastrados de todo signo de violencia, coladores de café derramando su presionado liquido para recordarnos un criollo despertar; pisos plenos de color entre torbellinos y cuadrículas que potencian la vibración de las formas y de los puntos de fuga; perinolas, trompetas, patines, huellas de la inocencia infantil del contacto con lo paradisíaco; y, caramelos, carritos, chupetas como ofrendas; tubos de acrílicos derramando su pintura dan pistas al espectador de los procesos creativos del artista que conviven junto a espátulas creadoras de texturas.
Son cuadros que nos llevan a paisajes íntimos de lo sentido y de lo vivido nacidos de una sensibilidad enraizada en el trópico, y su alegría manifiesta en los fuertes contrastes cromáticos de su lenguaje plástico, que expresa una mirada acuciosa que no desea mostrar la realidad tal cual se nos presenta, sino como una fusión de lo sensorial con lo espiritual. Se está ante una concepción del arte como mística sentido que se percibe en sus pinturas, bocetos, dibujos y pasteles en los que crea para sentirse como parte integrante del cosmos y transmitir este sentido de comunión cósmica al espectador.
Los contrastes cromáticos de la obra de Caldas son resultado de sus experiencias, de su investigación y de un mirar que busca el sentido musical del color, para crear tensiones entre colores fríos y calientes, agudos y graves… Cada pintura se convierte en un portal a otra realidad, y tiene su propio anecdotario como ocurre con Full Bodegón, 2006 donde los alimentos en el interior de una nevera se transforman en sensualidad y la cromática propia de su plástica se conjuga con armonías frías para transmitir esa sensación al espectador, donde el otro se enfrenta ante una nevera abierta donde se plasman pescados, frutas, vegetales, jarrones de flores, cebollines, envases y cada elemento que integran este paisaje interior es tratado como una realidad única.
Los contenidos visuales y simbólicos de estas pinturas se esconden a la mirada superficial, para ser descubiertos piden ser observados cuidadosamente para develar sus secretos y transmitir el gozo al espectador de ir redescubriendo la obra, esto es logrado gracias a la tensión entre la abstracción y la figuración.
El mar presente dentro de estos paisajes interiores, expresa las misteriosas fuerzas que mueven nuestro cosmos, que irrumpen de manera misteriosa en sus espacios hogareños, como puertas hacia otras dimensiones que nos llevan al lado irracional de la realidad, expresa en su constante cambio su concepción de dinamismo cromático que se asimila al devenir. Pero a su vez, el mar en la obra de Caldas, nos acerca a la obra del artista Armando Reverón, al desmaterializar el paisaje entre fulgores de agua y luz, enfrentándonos a esa mirada única que transmite la transparencia de la atmósfera y luminosidad tropical, lo cual asume esta propuesta pictórica a través de la pureza del color. Cada pieza es un despliegue de color que atrapa al espectador, no sólo por la belleza cromática y su salvaje figuración propia de cada uno de estos bodegones, ventanas y portales y que asume un inesperado giro en sus desnudos, donde la piel y la sensualidad nacen de remolinos de expresionismo erótico.
Los espacios pictórico nos llevan a lugares como es la cabina de una autobuseta como ocurre en el cuadro Lloviendo, 2006 que transforma una experiencia colectiva en algo íntimo, al atrapar la humanización de cada uno de los elementos presentes. Evita de esa manera lo rebuscado, lo exótico, le extraño para llevarnos a un universo donde se pone el acento en lo que nos rodea.
No nacen al azar los temas que dominan la plástica de José Caldas sino de una búsqueda que indaga espacios y tiempos íntimos. Un ejemplo de esto es el Bodegón Lúdico, 2006 donde se fusionan rituales de arraigada tradición en Venezuela, con elementos cotidianos que se integran al culto del Elegguá como son los caramelos y juguetes dentro de un juego con los planos espaciales creadores de portales y paisajes imaginados que transmite una significación simbólica a la obra, que emana del Elegguá, deidad afro-caribeña del camino y las sendas que se van abriendo en la vida, elemento que dialoga visualmente con la lámpara, que hace referencia a esa búsqueda de la verdad más allá de las apariencias que caracterizó al filósofo presocrático Diógenes en la antigua Grecia en su búsqueda por encontrar hombres virtuosos en una sociedad carente de valores éticos.
Si algo caracteriza esta figuración es la ausencia de personajes exceptuando los desnudos, a pesar de no estar presentes sus huellas de vida delatan su presencia en detalles como es la cafetera sobre una estufa a la espera de hervir el agua, la disposición de los alimentos en una nevera que van a ser consumidos, la ubicación de las flores en una ventana para embellecer el imaginado hogar, los espejos que reflejan el interior o lo soñado. Sus personajes están fuera del cuadro observando, curioseando, descubriendo esas huellas de vida. Caldas a través de sus eclécticas indagaciones en la estructura materia crea una estética que va hilvanándose a través de su religiosidad en su creación. Estas ideas por mucho tiempo se han convertido en fuente de investigaciones plásticas y filosóficas, esto se evidencia en la obra de Kadinski “Lo Espiritual en el Arte” y su búsqueda por adentrarse en el espíritu del color a través de sus asociaciones simbólicas; en José se establece una vía personal para crear esta codificación del color al interpretar la polifonía de los coros e instrumentos musicales sinfónicos en su lenguaje plástico, siguiendo el sentido que le da Orhan Pamuk al definir “La pintura como silencio para la mente y música para los ojos”.
Lo profano de unas flores, frutas o alimentos se combinan con realidades sacras presentes en muchos de sus cuadros llegando por esto a convertirse este recurso en uno de los ejes de está propuesta tal como ocurre con los Elegguá presentes en diversos cuadros con sus ofrenda de caramelos y juguetes. Estos cuadros se convierten en complejos simbólicos que el artista ha ido redescubriendo en su hacer creativo. Un ejemplo de ello son los relojes, donde no sólo destaca la forma plástica y su belleza, sino la hora que señala para comunicar una clave al espectador que le permita adentrarse en los códigos esotéricos de estas pinturas.
En la Espera, 2006 crea un clima edénico por la presencia de juguetes como patinetas, carritos, muñecos pero encontramos también en está pintura elementos que parecieran evadir lo íntimo, como son la presencia de montañas o marinas que se transforman en espacios dentro de espacios para profundizar en sentido de laberintos de ensueños, se plantea así en el espacio pictórico la relatividad de nuestra percepción de la realidad. Esto se une a la tensión entre la forma y su disolución, debido a que el artista desea hacernos dudar sobre lo que nos rodea para adentrarnos en otra percepción de la realidad, de ahí que uno de los rasgos predominantes de esta propuesta plástica sea la tensión que se logra al evitar la pincelada como correlato de la realidad cuyo extremo en la historia de la pintura es el hiperrealismo, llegando al extremo de evitar este recurso, pues éste lo obligaría a transmitir esa sensación de solidez y no de evanescencia que nos lleve a percibir la realidad como devenir. Este lenguaje pictórico nos enfrenta así a la espontaneidad plena a través del uso del acrílico que es capaz de atrapar el gesto o la huella del creador a causa de la rapidez de su secado y el uso que hace el artista de él. Al trabajar sus lienzos horizontalmente acentúa la gestualidad y el expresionismo destacando el uso desenfadado del color. Así, estos Bodegones son pinturas que logran un equilibrado sentido de belleza, que desean comunicar a través del color la energía y vibración como expresión de alma de la realidad.