Eddy Reyes Torres
Tauromaquia en homenaje a Goya es el resultado de una larga investigación que llevó a cabo Miguel von Dangel sobre el toreo y sus antecedentes históricos, a comienzos de los años noventa. Esto último se revela en la entrevista que le hizo al artista la periodista María Cecilia Valera, para el diario el siglo de Maracay (17 de octubre de 1993). La comunicadora social le preguntó a Miguel que cuál era el origen de la corrida de toros que es una costumbre que nos viene de España. Su respuesta fue la siguiente: “La cuestión de los toros se desplaza geográficamente en el tiempo. Primero estuvieron los fenicios, que tenían hermosas mujeres. Había una princesa que se llamaba Europa, y una vez cuando se estaba bañando en una playa, Zeus la vio y se enamoró de ella. Entonces se transformó en toro blanco y se fue a la playa. La muchacha vio el toro tan bonito y empezó a jugar con él. Y el toro se dejó acariciar, la muchacha se montó encima y el toro arrancó mar adentro. Era Zeus quien raptó a la muchacha y se la llevó a Grecia. Es una manera de decir que el mito del toro pasa a Europa también. Los fenicios y los asirios-babilonios tenían dioses en forma de toros. De ahí pasa a la cultura de Knosos, a Creta y a Micenas. Y es ahí donde aparece la figura de Dédalo, que era el papá de Íkaro, quienes tuvieron que construirse unas alitas para huir del Rey Minos, porque su esposa se enamora de un toro y quería hacer el amor con él, a espaldas del Rey. Dédalo como artista oficial construye una trampa que tenía forma de vaca muy apetitosa dentro de la cual ella se mete. El toro ve la vaca y se le monta encima; adentro estaba la mujer de Minos escondida, que se deja fecundar por el toro. De ahí nace Minotauro. El Rey antes de castigar a Dédalo, lo obliga a construir un lugar donde albergar este monstruo, que es el famoso laberinto de Creta. Después Teseo mata al Minotauro porque Ariadna lo traiciona. Esta es la primera referencia directa al toreo, en nuestro sentido”.
Según el artista, la idea de trabajar el tema surgió de sus visitas a las tascas caraqueñas, ver las cabezas embalsamadas de los toros, los afiches sobre el toreo y reflexionar sobre el transformismo; detectar en un momento dado la feminidad del torero y la virilidad del toro, a conciencia de que se sabe que es una fiesta de engaño, de transformismo, y que el elemento femenino que es el torero, en apariencia con su traje de luces, con sus poses, con sus afectaciones, a la postre resulta ser el elemento viril, el elemento fálico de la fiesta, el que asesina al animal; y el toro, que es el elemento viril y en última instancia la víctima de las circunstancias, se vuelve el elemento pasivo.
A primera vista, el proyecto podía percibirse como suerte de apología de un hecho real y objetivo: la fiesta brava. Pero en realidad su alcance metafórico iba mucho más allá. Von Dangel lo manifestó de manera clara: “La tauromaquia es un ritual tanático, tal y como es el arte también. La muerte es el hito a enfrentar y es el eje central de la reflexión estética, por lo menos en Occidente. Como es un ritual que proviene de España, me atreví a interpretar que el toreo era una metáfora de lo que ha sido la presencia de esa cultura, de la cual devenimos, dentro de la nuestra. De ahí quizás un poco la esencia cruel y asesina de nuestra cultura y de nuestra historia. El sadismo, en todas sus acepciones, siempre se desarrolla a partir de la concepción de la pertenencia. Uno se vuelve sádico cuando siente agredido lo que le pertenece. Cuando alguien de tu propia especie te discute el derecho de tu espacialidad. Se comienza a caer en el exceso de la crueldad y deviene en patología. Nosotros somos un continente traumatizado en ese sentido. Puedo dar como referencia, por ejemplo, a Boves toreando a los patriotas en las puertas de Valencia. De algún modo, podemos ver la historia del subcontinente a partir de esa lectura. Y en ese sentido, el ritual del toreo […] podría ser una metáfora de ese problema de pertenencia, de propiedad y de territorialidad de nuestro entorno”.1 Yo agregaría que la concreción de su proyecto fue también una metáfora del poder. Eso se desprende de la acertada referencia que hace el artista a la anécdota de José Tomás Boves. No olvidemos que el término “poder” –según Michel Foucault (1926-1984)- designa relaciones entre “parejas”; y su ejercicio consiste en conducir conductas y ordenar las probabilidades. Para tales propósitos es indispensable desarrollar relaciones de carácter “estratégicas”: elección de ciertos medios para alcanzar un fin, empleo de un conjunto de procedimientos al enfrentar a otro para privarlo de sus medios de combate y obtención de ventajas sobre el otro al anticipar sus posibles acciones.2 Pues bien, todas esas facetas del poder están presentes en la relación que se establece entre el torero y el toro al momento de la lidia. Por supuesto que Foucault desarrolló sus consideraciones acerca de este tema -el poder- en función de la relación de seres humanos que actúan en libertad, pero se nos hace irresistible no extender sus planteamientos a la relación central en la fiesta brava.
De allí que sea lícito pensar que La tauromaquia en homenaje a Goya también nos confronta con las relaciones de poder en nuestra realidad política y social, donde los tiranos –así llamados desde la antigüedad griega- son los toreros y los pueblos representan la fuerza bruta que los primeros se creen con derecho a lidiar, a mandar sobre ellos.
En realidad las obras que integran esta exposición son un subproducto especial del conjunto de piezas que realizó Miguel entre 1992 y 1993 y que fueron expuestas en el Museo de Arte Contemporáneo de Maracay Mario Abreu, del 10 de octubre al 21 de noviembre de 1993, en la muestra que llevó por título De engaños y otras lidias. Cinco años después, el artista volvió sobre sus pasos para retomar el tema. Pero en esa ocasión con el fin de rendirle homenaje a Francisco José de Goya y Lucientes (1746-1828). Se trata de un conjunto de cuarenta y un piezas, de pequeño formato, que el artista ejecutó sobre una edición facsimilar de La tauromaquia del pintor y grabador español. 3 En realidad Goya realizó cuarenta grabados y en la primera edición que hizo en 1816 sólo imprimió treinta tres planchas (¿acaso la edad de Cristo?). Sin embargo, Miguel agregó un “grabado” más al incluir la portada de la edición facsimilar que tiene un autorretrato del pintor español.
El autor de la Maja desnuda y Los fusilamientos del tres de mayo fue un gran aficionado a los toros, y realizó la serie de grabados que integran La tauromaquia entre 1814 y 1816, utilizando las técnicas del aguafuerte (en la que la placa metálica se cubre de cera, luego es intervenida por el artista y después se le aplica un ácido que ataca sólo al metal), la aguatinta (que permite la obtención de tonos intermedios y frecuentemente se combina con el aguafuerte) la punta seca y el buril (en cuyo caso el artista dibuja directamente sobre la placa metálica con buriles de punta muy aguda). Se trata de una obra muy personal en la que se expresa la fuerza y vigor que está presente en toda su creación. Las primeras estampas son ilustraciones de un texto de Nicolás Fernández de Moratín (La carta histórica sobre el origen y progresos de las fiestas de toros en España), publicado en 1777. Pero en el resto de los grabados, el genial artista se desvincula del mencionado texto y se remite a su experiencia personal, así como sus recuerdos de los toreros que conoció en su juventud o ciertos episodios trágicos como fue la muerte del famoso Pepe Hillo.
A través de sus grabados, Goya recorre la historia de la práctica del toreo que se remonta a la Edad de Bronce y se desarrolla a lo largo de los siglos como una forma de demostración de valentía. Pero el español no recogió en su trabajo las lidias de tan lejanos tiempos, ni menos aún las prácticas de la antigua Roma donde se presentaban espectáculos con una especie bovina ya extinta (uros) que eran soltados en el circo para que miembros de la nobleza los atraparan y dieran muerte, mostrando así sus dotes de cazadores. El artista tampoco se interesó por las prácticas romanas de arrojar manadas de estos animales a los cristianos que eran ejecutados públicamente. Goya partió de épocas más recientes que están asociadas a la práctica de esta actividad en la Península Ibérica.
Al comienzo las láminas fueron vistas como imágenes festivas, pero con el tiempo se hizo patente el drama -la violencia y lucha- que ellas reflejan, colocándose entonces en el mismo plano de trabajos como Los desastres de la guerra. Efectivamente, las acciones que se desarrollan entre el torero y el toro van mucho más allá de simple juego o la escena circense. Se trata de un culto público (liturgia) de sacrificio, que se desarrolla como drama estético donde el engaño al animal funciona como artilugio: herramienta fundamental del oficio del matador. Aún así, la liturgia está llena de riesgos, tanto para el torero como las demás personas que participan en la fiesta, incluido el público mismo, como se pone de manifiesto en la gráfica que registra la muerte del Alcalde de Torrejón, arrollado y corneado por un toro en la vieja plaza de toros de Madrid.
Al igual que lo han hecho otros artistas (Pablo Picasso y Salvador Dalí), von Dangel quiso rendirle honores al genio de Goya valiéndose de su Tauromaquia. Es, si se quiere, un homenaje sencillo donde el poder de síntesis de ambos creadores se une para mostrarnos que el claro-oscuro europeo convive en perfecta armonía con el barroquismo destellante de América.
Caracas, Venezuela
Mayo del año 2007
1 Véase entrevista del artista con María Cecilia Valera, publicada en el catálogo de la exposición De engaños y otras lidias que realizó von Dangel en el Museo de Arte Contemporáneo de Maracay Mario Abreu, entre octubre y noviembre de 1993, p. 8.
2 Foucault, Michel, El sujeto y el poder, en Arte después de la modernidad: Nuevos planteamientos en torno a la representación, Ediciones Akal, Madrid, 2001, pp. 429-435.
3 La palabra “tauromaquia” viene de la unión de dos términos del idioma griego que significan “toro” y “luchar”. Con ella se engloba la práctica de lidiar toros, cuya expresión más elaborada es la corrida de toros.