Eduardo Planchart L
Asdrúbal Colmenárez transmite a la serie Latencia Nómada un fuerte dinamismo pictórico por su gestualidad, eco de los elementos conceptuales que incorpora a esta serie: mar, islas, geografías deconstruidas en espacios imaginarios, imágenes de revistas, dibujos naturalista, plantas, cómics. Un sentido lúdico se manifiesta en los elementos estructurantes de la composición: las líneas de luz en ángulos de noventa grados o en línea recta que tienen resonancias con el visor, los papeles de colores recortados con imágenes de pingüinos impresas sobre ellos, los sellos postales que dirigen la atención del espectador a diversos niveles perceptivos. El gestualismo se contrapone a la trama de coordenadas utópicas creando una tensión visual entre el caos y el orden, que hace referencia al planeta percibido como totalidad amenazada. Esta problememática se hace presente en los elementos plásticos introducidos como son las imágenes de animales, dibujos naturalistas de flores y animales conceptualmente emblemáticos.
El sello postal con su característica circunferencia se muta en centro visual de la obra, siendo además una manera de enfatizar la noción de nomadismo que caracteriza nuestra civilización y de la cual se hace eco esta serie. No sólo existimos en una perenne tocata y fuga, sino también los objetos que nos rodean tienen un largo historial viajero. Así, los tenedores con que comemos pueden ser chinos, los platos ingleses, la ropa coreana... Entre estos universos peregrinos transcurre nuestra cotidianidad, sin embargo no tienen la huella que los identifique como propios de un espacio cultural y natural, por esto vamos creando un collage imaginario que asocia cada uno de estos elementos a su geografía productiva.
A pesar de vivir en una aldea global existimos en un universo mental que nos impide identificarnos con el planeta, como un ser viviente integrado por millones de cadenas de vida de las cuales la humanidad es sólo una y a su vez nuestro sistema planetario es menos que una mota de polvo de nuestra galaxia. Esta realidad es conocida, pero en la práctica nuestra civilización la ignora. En lugar de ello seguimos atrapados por una visión geocéntrica, nacida de Ptolomeo, donde el planeta y la humanidad son el centro del universo, de ahí el enfásis en minimizar en estos cuadros la presencia humana al acentuar la vida silvestre y marina. De ahí el sentido de los collage y de su fuerza envolvente en esta serie, que se manifiestan en los centros visuales transformados en remolinos plásticos que parecen absorber y fundir todos los contenidos estéticos y conceptuales, estableciendo la idea de interrelación que caracteriza a las diversas formas de vida en la Tierra.
En nuestra aldea planetaria, ha surgido un nuevo tipo de nomadismo, en parte desvinculado de las sociedades tradicionales y relacionado con la expansión en el tiempo y el espacio que permite la sociedad posindustrial. No sólo hacemos referencia a la movilidad física del ser humano, sino a la trashumancia cultural, en donde todo pareciera pertenecer a todos. La cultura visual a través de los medios electrónicos ha creado nuevas categorías culturales: la comunicación instantánea y simultánea, genera una nueva cultura y una nueva manera de conocer, al extremo de crear una estética y una ideología, recreada constantemente de los fragmentos visuales de todas las culturas a que nos enfrentamos. Es este otro de los sentidos del collage en la propuesta de Asdrúbal Colmenárez, de ahí que entre mapas etnográficos y cartas marinas, introduzca elementos naturales como hojas, enfrentándonos de esta manera a la paradójica visión que generan los medios al hacernos confundir la realidad como verdad con la realidad nacida de los medios electrónicos que es una ilusión.
En estas piezas los elementos naturales acentúan el abismo que hay entre nuestra realidad planetaria y la imagen que nos hemos elaborado de ella, creándose en nuestro universo interior un rompecabezas imaginario. De ahí, que Asdrúbal llegue incluso a introducir en esta serie, fragmentos de rompecabezas en blanco, para intentar hacernos conscientes de la fragmentación y escisión que nos caracteriza. Destacan el ritmo y variedad que asumen las tipografías, que tiene sus raíces en el uso que hizo de ellas tanto el constructivismo ruso como el futurismo, las cuales se conjugan con imágenes de historietas que añade a ciertos cuadros como huella de nuestra cotidianidad y de cómo somos vividos por los arquetipos que crean los medios electrónicos, imágenes que están vinculadas directamente al por art y al arte como vía para acercarnos a una arqueología de nuestra cotidianidad.
Esta trashumancia ha convertido la existencia del hombre contemporáneo en una errancia entre selvas de concreto y espacios imaginarios, cuyos límites ya no son una región o un paisaje sino toda la extensión de nuestro planeta, al empequeñecerse las fronteras nos hemos lanzado a una contradictoria conquista del universo.
Estos contenidos conceptuales son constantes, a partir de los noventa, en la obra de Asdrúbal Colmenárez, quien inspira su lenguaje plástico en barcos, botes, naves espaciales, ovnis, coordenadas de geografías inexistente.
En términos estéticos este nomadismo contemporáneo se sustenta en categorías plásticas propias del modernismo.
Se establece así un continuo reciclar de lo hecho en contextos culturales diferentes para dar una falsa noción de novedad y renovación. Sin embargo, estas propuestas se nutren de las raíces culturales y espirituales de la humanidad, presente en artistas paradigmáticos de nuestra modernidad y contemporaneidad como es el caso del expresionismo abstracto en figuras como Jackson Pollock, en la relación que establece entre su arte y los dibujos de arena del chamanismo de los indios de América del Norte; en Mark Rothko y la vinculación de sus monocromías con la concepción no figurativa de la divinidad en la cultura hebrea; en Frank Stella quien inspira sus monocromías y su geometría en los escudos africanos. Este hecho está presente también en las antropometrías de Yves Klein, que tienen mucho que ver con los diseños corporales arcaicos.
En la contemporaneidad destacan Josep Beuys y su vinculación con el nomadismo chamánico, Anselm Kiefer debido a su fijación en los mitos universales, desde Babilonia pasando por Mesoamérica hasta la contemporaneidad. Esto es una evidencia de que las fronteras culturales se han roto y el arte se ha hecho eco de esta universalidad, que en lugar de crear una estética homogénea está dando nacimiento a un diversidad híbrida de la cual se hace eco la serie Latencia Nómada.
Elementos como el papel artesanal junto a los objetos vegetales y desechos consumistas acercan la propuesta a los postulados del arte povera. Estamos ante un acercamiento al arte conceptual que ha sido una constante en la obra de Asdrúbal Colmenárez. La exposición en su conjunto es un gran rompecabezas, en el sentido que cada obra se enlaza con la otra y a su vez cada una tiene múltiples ecos estéticos e ideáticos. El artistas pareciera burlarse de la posmodernidad con esta actitud, pues a través de su serie nos acerca a la idea de que no se ha creado todavía una ruptura que haya generado un nuevo paradigma en el arte que trascienda los límites del modernismo, aún cuando estemos en el nuevo milenio. Juego de ideas que se hace presente en el cuadro en que se encadenan lúdicamente varios 2000. La ruptura que planteaba el posmodernismo se hundió en su propio suelo, de ahí el sentido de la exposición en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas Sofía Imber de 1998.
La peregrinación existencial en la obra de Asdrúbal Colmenárez es una proyección de rasgos de su dimensión interna que se materializan en su obra. En ocasiones están vinculados con sus orígenes (Colmenárez nació en Trujillo en 1936), y su primera propuesta plástica está vinculada al surrealismo, técnicamente inspirada en sus raíces familiares, su padre era carpintero convirtiéndose este período en un viaje al inconsciente. Sus primeros trabajos creativos tienen la huella de un nomadismo interior.
Al llegar a París a fines de los sesenta, empieza su indagación con el movimiento magnético y la búsqueda de una relación con el público que desacralice la obra y la acerque a la vida, logrando un status ontológico propio, al generar un revelamiento de las capacidades creativas del espectador al entrar en contacto con la dimensión estética, generándo una tensión entre rasgos conceptuales y constructivistas.
Los psicomágneticos, son bandas de metal delgado sobre superficies de madera, que al ser tocados generan un movimiento ondular, que va creando nuevas formas al unir esta acción a líneas que pintaba sobre sus superficies. Con esta obra empezó a llamar la atención del crítico e investigador francés Frank Popper, que hace especial mención de él en su libro Arte, acción y participación”, de 1980. Se puede vincular esta etapa de su lenguaje a la de la brasileña Lygia Clark en la serie Trepantes, realizada en metal y madera a fines de los cincuenta. En pocos años el artista pasa de profesor de la Escuela de Artes Plásticas de Trujillo a profesor de arte experimental en París VIII. Esto evidencia que si algo caracteriza la vida del artista es el nomadismo, pues su obra se ha desarrollado entre Europa y entre trópicos. A principios de los noventa hay varios cuadros claves donde se evidencia este rasgo que ha caracterizado la vida de Asdrúbal Colmenárez, que se hace presente en la serie Mare Nostrum presentada en el MACCSI en 1993. Donde algunas piezas son retazos autobiográfico de sus errancias en el tiempo y el espacio a lo largo de su vida, tal como se palpa en el cuadro Serie Mare Nostrum IV de 1992, donde entre coordenadas imaginarias se unen los puntos en el tiempo y el espacio de significación existencial para el artista, creando un diagrama de su devenir.
Este clima impregna toda la exposición de Mare Nostrum a través de los elementos plásticos y conceptuales que introduce como mapas, cartas marinas, brújulas transmitiendo esa noción de viaje imaginario que debía trasladar al espectador ante geografías existentes sólo en la realidad interior, sentido que se convierte en uno de los ejes de la serie Latencia Nómada. Idea que también se manifiesta en su exposición en el Museo Alejandro Otero, 1996, al introducir el tema de aviones de papel, infantiles, realizados en acero, burlando la resonancias industriales del material tanto en la forma como en el color, dando la idea de un nomadismo imaginario. Sentido que se focaliza en la serie actual realizada entre 1998 y 1999, pues son visiones que parecieran nacidas del lente de una cámara cinematográfica, que materializa esta Latencia estética que se encontraban presentes en su lenguaje plástico debido a la ruptura histórica y cultural que debería traer el nuevo milenio. Sin embargo, nos recuerda el artista trujillano-parisiense que es necesario reenfocar nuestra atención al planeta que nos sustenta, pues el arte va más allá de la estética. Así esta propuesta muta la estética en una respuesta ética al empujarnos a reflexionar en el punto de ruptura que es el fin del milenio.
Estos contenidos conceptuales se encuentran materializados en estos collages pictóricos en la presencia de los pingüinos impresos en pedazos de papeles recortados, los dibujos naturalistas sobre papel de desecho que transmiten la noción de fragilidad en que se encuentran estas cadenas de vida, de las cuales somos responsables, pero también llama la atención sobre la necesidad de volver la atención a nuestros orígenes como especie, pues gran parte de la comprensión de nuestra historia contemporánea se esconde en los arquetipos de la Latencia Nómada de nuestro inconsciente, de ahí que algunos cuadros presentan fotocopias de mapas etnográficos de Africa y Brasil, pues el nomadismos contemporáneo tiene sus raíces en la cultura Nómada, lo cual lo hace un rasgo inherente a nuestra humanidad que sólo ha asumido nuevas máscaras.
Caracas, Junio 1999