Eduardo Planchart Licea

La pasión del artista por lo natural se encuentra presente desde sus primeras obras pictóricas, en Garden Party, 1979 (Fiesta en el Jardín) donde representa a un grupo alrededor de una mesa. La fuerza estética de la vegetación de fondo en este cuadro, se convierte en su centro visual, que desde ese momento se transforma en un elemento esencial de su lenguaje estético, elemento prioritario de él, no como una representación metafórica y simbólica, expresa la necesidad de generar una relación de armonía con la naturaleza.

“Hyder es un maestro en la vieja técnica de hacer imágenes sobre madera. No se inhibe por el hecho de que estos trabajos usualmente son hechos en escalas más pequeñas. Además, ha experimentado espontáneamente con impresos. Ahora usa una combinación de técnicas basadas en la idea de llevar al espectador a un ambiente selvático y primitivo.” (Edward Lucien-Smith, Frank Hyder-Poet of a Threatened Eden. 2008)

La naturaleza en diversas facetas, la historia de los conquistados como metáfora son algunos de los motivos fundamentales de la propuesta artística de Frank Hyder. Con una fuerte influencia del Pop Art representado en Jasper Johns y Rauschenberg por el desprejuicio y libertad con que hace uso de materiales y temáticas. También se encuentra vinculado al arte povera por el uso que hace de hojas de árboles y otros materiales que incorpora a sus telas, cajas o las estacas de maderas con que crea sus obras instalativas.

La diversidad de materiales y técnicas transforman cada pieza en una belleza plena de significados arquetipales, como es la relación que establece con mitos e imágenes asociadas al alma y a las fuerzas que palpitan en la oscuridad de nuestro inconsciente.

Para él el tallar la madera, trabajar sobre papel artesanal, hacer uso del nudo y de materiales contemporáneos como la resina, para hacerse eco de formas ancestrales, selváticas y contemporáneas. Son propuestas nacidas en gran parte de sus experiencias personales, tal como fue su encuentro con la amazonia venezolana. Se adentra en los mitos y ritos eternizados por las sociedades silvestres como la Piaroa, la Yanomami, la Yekuana y otras que han inspirado propuestas estéticas que hunden sus raíces en el imaginario latinoamericano. Entre estas series destaca la presentada en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas Sofía Imber, en la exposición “Discursos en Extinción”, 1996, donde llevaal espectador a ese paradójico encuentro entre esta cultura y su entorno, a través de piezas instalativas donde la desnudez del hombre silvestre es parte integrante de la naturaleza como símbolo de la recuperación de lo paradisiaco. Evidenciado como estas culturas se relacionan de manera más armónica con su entorno, que nuestra civilización, por una concepción de progreso y bienestar contranatura.

En sus cuadros, la naturaleza, invade el espacio con composiciones donde en ocasiones no existe un centro visual único, sino múltiples centros, pues desea transmitir esa noción de naturaleza edénica asociada a las sociedades ancestrales. A veces es esta una noción exagerada, pues civilizaciones como la maya se extinguieron por el fuerte impacto ecológico con su entorno natural. Pero si algo es cierto, es la diversidad de especies y etnias, plenas de sabiduría de nuestras selvas que además son uno de los principales pulmones del planeta y destruirlo, al ritmo acelerado que se está haciendo nos llevará a un destino apocalíptico.

Y estas dimensiones de la realidad fueron expuestas en museos de Centroamérica, Venezuela y Colombia. En el Museo Jacobo Borges (2001), Caracas, representó el lúgubre manto de los misioneros, con capuchas que ocultan rostros y con faldones de formas acampanadas que asemejan la estructura de la cruz, que se confrontan a los cuerpos delgados y desnudos de las culturas tradicionales.

Entre climas de misterios en sus telas y cortes de madera, representa este choque entre civilizaciones, difícil de imaginar por su paradójica crueldad, que el artista lo plasma a través de una figuración sintética, caracterizada por una cromática en donde se establece una dialéctica entre la luz y la oscuridad, entre el caos y el orden. Resplandores que emanan de los personajes, develando las pesadillas que oculta la oscuridad y que el espectador recrea en su imaginación. Es el arte como símbolo de procesos históricos que modificaron nuestro pasado y prefiguran nuestro presente.

Hyder crea técnicas plásticas para representar estas verdades, donde hace uso de materiales tradicionales como el papel artesanal, superficies de maderas excavadas con gubias para crear las profundidades en el plano, propias de su lenguaje plástico. Entre encuentros fortuitos y azares en esta tierra caribeña plena de contrastes cromáticos, creó obras donde la selva tropical resplandece entre el verdor y manchas amarillas, rojas, azules y negras, tal como se hace presenteen la obra “Rainforest” (Selva Lluviosa), 1996. En colores que vuelan en bandadas de guacamayas que anuncian los neblinosos amaneceres amazónicos o la misteriosa oscuridad que se desliza entre la selva al acechar a su presa en la sombra depredadora y chamánica del jaguar.

Las mitologías tradicionales se han inspirado en este esplendor cromático, para crear una estética simbólica que pocos artistas le han prestado atención. Es uno de los aciertos de Frank Hyder haberse concentrado en estas realidades, a través de los dibujos corporales que se plasman en sus creaciones pictóricas y las formas que generan estas en su cultura material. Creando diversas propuestas que develan estas realidades, tal como se plasma en la serie “Tierra Libre” presentada en la Galería Medicci, 2003.

Convierte lo cotidiano en transfiguración sacra, tal como al asociar las colinas de los ranchos de Caracas con estructuras piramidales que le inspiraron un conjunto de obras de la serie ”New World Lanscape“ (Paisaje del Nuevo Mundo), 2001 donde se aleja del discurso ideológico y de la denuncia para ver nuestras colinas, cubiertas de ranchos desde una perspectiva geométrica e irónica. De esta manera surgen algunas de las obras que hizo en el taller de San Diego de los Altos en las afueras de Caracas, donde asume el rancho como cubos pues en su mayoría son creados con despojos de cajas de madera y zinc.

A través de la recreación de la estética aborigen, su entorno natural y cotidiano en los barrios de Caracas, genera un lenguaje que se enriquece con su contacto directo, convirtiendo su obra en una plenitud de ecos vitales y arquetipales. Las hojas caídas de las copas de los altos árboles de la selva lluviosa, las incorpora a su obra, junto a su textura y cromática, incluso esa sensación de suelo esponjoso propio del Amazonas, donde la vida renace de la muerte sentido que es transmitido en sus propuestas instalativas.

Refleja esta la ilusión del paraíso, pues las selvas tropicales viven en un frágil equilibrio ecológico, donde la muerte debe reabsorberse continuamente.De ahí que en sus instalaciones no sólo intervienen las paredes, el techo sino el piso al cubrirlo de telas pintadas con vegetación, que al conjugarse con los sonidos selváticos crea en el espectador un acercamiento a ese entorno.

La bidimensionalidad se conjuga con lo tridimensional, en grandes telas con peces que se traman en una ebullición de vida, entre hojas y estructuras metafóricas de los espíritus selváticos; creadas con estacas de maderas anudadas entre si yrecubiertas de tela, que generan transparencias por las que el espectador pueda tener una visión del afuera y del adentro, de la materia y el espíritu. Inspiradas en la estética y tecnología constructiva de nuestros ancestros.

Esta estructura también las incorpora a propuestas instalativas donde crea metáforas visuales de las curiaras creadas por el hombre silvestre, horadando troncos o usando amarres en las cortezas que desprenden de algunos árboles. Embarcaciones que parecen en su fragilidad hojas, sobre los ríos y caños que se mantienen flotando en un poético equilibrio.

Como un artista de Pensilvania, Estados Unidos, es inspirado por estas temáticas, hasta el extremo de adentrarse en la selva y dejarse subyugar por su misteriosa belleza. Lo motiva algo más que el espíritu de aventura. Así va madurando su visión y estética, como lenguaje experimental donde es atrapado por el entramado de la naturaleza. Su estilo se aleja del academicismo, pues así como hace uso del pincel, también hace incisiones con gubias en las superficies pictóricas de la madera, para transgredir el plano y enfatizar las profundidades. Es una técnica pictórica con huellas del grabado en madera y el ensamblaje. En la que reutiliza los fragmentos de madera tallados, para crear efectos en la obra de plumas, arrugas y barbas en sus rostros. Crea así una tensión entre el vacío del surco, que se convierten en parte de las pieles de estos personajes y la cubierta con materia reciclado. La textura que logra crear el artista, semejan pieles vegetales, por esto han sido expuestas sin marco, flotando en el espacio, para crear un efecto de liviandad orgánica.

En sus rostros destacan la serie de “Chamanes” plenos de texturas orgánicas que metaforizan esa íntima relación con el cosmo que existe entre las sociedades ancestrales, y a través de este personaje se crean gran parte de los mitos que generan fuertes vínculos con el medio ambiente que los rodea. Las pieles de estos rostros parecieran emanar de la tierra por el papel artesanal con que son creados. Este lenguaje artístico, está caracterizado por la riqueza de sus texturas para transmitir la sensación de estar ante las pulsiones de la naturaleza.

Los rostros no solamente se limitan a los chamanes, sino al hombre selvático, guerreros, cazadores… Se está ante una tipología del rostro donde se hacen presentes los diseños corporales de estas etnias. Las líneas onduladas en el rostro y el cuerpo se asimilan al agua; los puntos a luna y el sol, las curvas serpentinas a la serpiente primordial, las crestas al laberinto, a las ondas acuáticas, y al eterno retorno.

A través de los rostros también se representa el artista ha sí mismo, al identificarse con la vida de otros, a través de los diversos rostros que pinta, pues en cada ser humano cohabita la humanidad.

“Siempre he estado aquí.
Siempre he querido ser otro.
Me he acostumbrado a mi mismo,
a pesar de los cambios.
Es todo lo que necesito y es todo lo que soy,
todavía, quisiera ser otro.”
( Frank Hyder 2005)

Dentro de estas expresiones estéticas, el rostro selvático inflable creado para la feria de Arte de Miami ,es un logro de esta serie, no se limitó el artista a crear una forma con polímeros inflables de un rostro, utilizando su cromática como es usual en este tipo de esculturas inflables. Sino que pintó la superficie para transmitir el espíritu selvático a ese gigantesco rostro, con pinturas corporales y elementos propios de un ser que expresa en la indumentaria corporal una relación de profundidad, de compenetración con el cosmos. Así, en su cabellera pinta nudos, semillas, plumas con sus connotaciones asociadas al vuelo chamánico.

“El agua siempre me ha fascinado, desde mis primeros trabajos, pues en ella se establece un juego de colores cambiante, movimiento y cualidades simbólicas. La Humanidad siempre ha sentido una atracción hipnótica hacia ella. En nuestro caso el agua nos ha atraído, debido a que en nuestro jardín hay un estanque con peces Koi, el cual he gozado por más de diez años.” (Frank Hyder, testimonio, 2005)

Lo acuático en forma de ríos, estanques y su vida, es otra de sus constantes, es dominada por el mismo espíritu que mueve sus creaciones inspiradas en lo selvático. Este lenguaje ecléctico desarrollado desde sus primeras obras, logra un nuevo desarrollo en la serie de peces, fundamentalmente el Koi, donde genera un tratamiento técnico opuesto. Las texturas y profundidades que lograba al excavar en la madera, se convierten en profundidades de diversos espesores, vidriosos, que transmiten en cada pieza la sensación de estar ante peces en un espacio acuático. Una de las dimensiones que más llama la atención de esta técnica es el fuerte contraste cromático. Los Koi no buscan el hiperrealismo, sino usan la forma sinuosa, para crear una propuesta que está en tensión entre la abstracción y el realismo a través de la mancha pictórica y una forma arquetipal como es la del pez, caracterizado por su belleza formal, la delicadeza de su cuerpo y los colores con que reviste su piel Acuática.

El Koi es un pez pleno de simbolismo y ha sido asumido como símbolo de la realeza desde tiempos muy tempranos en Asia, de ahi que lo cuidasen en delicados jarrones de cerámica. El Koi se encuentra presente en la actualidad en casi todas las peceras del planeta por su armónica belleza, caracterizada por colores nusuales en los peces, como blancos, rojos, azules que en un agraciado cuerpo, armoniza con una ancha y ondulante cola. Su antecedente dentro de su obra, estaría en la serie “Ritmos” donde la carpa es excavada en la superficie de madera, para convertir la línea en surco, entre fondos diversos que destacan este recurso estético. El ritmo que se genera entre los cardúmenes transmite un clima de entropía, que se diferencia del koi que emana una sensación de paz interior. En ellos, introduce la resina, para crear diversos planos de profundidades que le dan a cada tela una falsa profundidad, que transforma la obra en una trampa visual.
Frank Hyder es enfático al afirmar que su problema no es imitar la naturaleza, sino convertir sus formas en metáforas de una relación armónica del hombre con la naturaleza. Estas son telas donde los peces se muestran en grupos donde va creando el artista los fondos, las ondas que crean tensión visual con los cardúmenes. Pinta en cada capa de resina, para ir creando esa sensación de profundidad ilusoria, que caracteriza esta serie. Al unirse esta innovadora técnica a una forma piciforme como el Koi, crea una obra que genera una nueva etapa en su lenguaje artístico que une la belleza a la fuerza estética y metafórica.

Este lenguaje plástico también lo usa en los “Lotos” caracterizados por una cromática alegre, donde colores de contrastes insólitos se armonizan, para crear conjuntos de paisajes acuáticos. La obra adquiere una fuerte resonancia simbólica por el significado del “nelumbo nucifera” el loto sagrado o la rosa del Nilo. El termino en latín: nucifer hace referencias a las nueces del loto, que son sus frutos que son comestibles, y pueden germinar después de siglos, por este rasgo se han convertido en simbolismo de la eternidad y la iluminación. Es una planta en la que sus raíces crecen hasta la profundidad y de la que brota una flor sobre la superficie acuosa. Proceso que convierte el loto en símbolo de la iluminación mística, por esta razón en la India es llamado también loto sagrado. En estas obras el artista redimensiona las plantas, las hace suyas, a través de su lenguaje pictórico, plenas de alegría y gracia al igual que las obras inspiradas en los peces. De esta forma el artista Frank Hyder nos develan en cada una de sus series un profundo sentido del equilibrio y de una estética plena de espiritualidad.

Eduardo Planchart Licea
Caracas. 2011